La otrora competencia de Televisa tiene una buena fila de novelas rosas exitosas. Comenzando por La hija del jardinero. Su verdadero éxito ya que Las miradas de mujer son de Argos.
Lo que me llama la atención de esta novela es que es de hace sólo once años atrás pero no sólo está escrita como hace cincuenta años (los abuelos son malvados infanticidas) sino que está hecha de una manera plana. Los actores abren las puertas y entran en escena. Como si fuera un escenario teatral. La cámara sólo en una escena hace un seguimiento. Luego está fija todo el tiempo. Tambien vemos el recurso de actores interpretando su versión joven (lo que más costó el primer capítulo fueron las pelucas). Con respecto al crimen de la madre de la loba, en verdad no termina de convencer si fue planificado o accidental.
No es televisión de vanguardia ni rompe ningún esquema (ese mismo año en Turquía veían ¿Qué culpa tiene Fatmagul?). Pero a pesar de esto los primeros veinticinco minutos funcionan como un reloj.
Básicamente porque resumen en todo ese tiempo los clichés más clichés de este tipo de novelas.
Lástima que no haya sido más fantasiosa con el tema de la loba que se aparece. Hubiera sido memorable un acercamiento al libro de la selva o tarzan con un humano siendo criado por un animal. Pero eso se les deja a los cuentos. Las novelas van de otra cosa. O mejor dicho, de la misma cosa.
Y es que La loba es como ver a Rosa salvaje yendo al mercado.
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