Gutierritos, una novela a blanco y negro, es transmitida (¿por primera vez?) a nivel internacional gracias a la señal de cable.
Curioso, la verdad. Una novela que tan desfasada podría estar en estos tiempos, se hace casi imprescindible por una temática atrevida para la época (una mujer antítesis de la buena esposa), una cotidianidad que se ha perdido (las cenas en casa luego de la rutina del trabajo) y la moraleja de las que te hacen reflexionar (no como las de Como dice el dicho).
El dialogo de Gutierritos es sencillo, mientras que las interpretaciones son casi recitales en algunos momentos. No es una novela rosa. Pero hay algunos momentos que pareciera que Ángel Gutierrez y compañía recitan versos. Al protagonista no le molesta que lo llamen en diminutivo. Y los personajes a su alrededor no sienten que le hacen daño o prefieren callar para no hacérselo. Es el televidente quien se da cuenta que en el diminutivo del apellido se encuentra el menosprecio por la persona y su carácter.
La novela también podría considerarse una dramedia en estos tiempos. Y una workplace comedy. Vemos a gente que trabaja. Lo hacen en una oficina. Con el decorado de la época. Y la cámara siempre fija. Pero es la época.
Más de sesenta años de su estreno. Una novela auspiciada por marcas de pasta de dientes. Y con una introducción radiofónica para los créditos actorales y el título de la novela (que se repite tres veces para que no lo olvides).
Finalmente, la mejor manera de sintetizar al personaje es viéndolo caminar en la introducción. No es un príncipe, pero es bueno.
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