Entre el amor y el odio es una novela que hace eco del título todo el tiempo que puede: una pareja que cuando no se ama se odia; y cuando se odian ¿no se aman? Nada nuevo en el horizonte. Solo hace cíclico las etapas del romance de folletín hasta que una de ellas se agote o haya alguna confusión o intriga que los separe.
Lo malo de esta telenovela se comparte entre su tiempo y sus actores. No tanto en sus personajes remasticados como el padrino de la protagonista sino más bien en esos personajes típicos de telenovela mexicana que resultan de relleno (aunque a Carmelita Salinas actuando de ella misma dámela siempre) para la televisión actual. Quizás en su época cumplían una tarea específica, estirar la telenovela. Ahora solo aburren ellos y sus líos de vecindad.
Susana Gonzalez cumple -como la mayoría de veces que le tocó rol protagonista-. Y no hay que olvidar que en las novela mexicanas, quienes hilan la madeja son los villanos. Tanto Sabine Moussier como Alberto Estrella hacen lo que mejor saben hacer en una telenovela, fastidiar a los protagonistas.
El nuevo milenio es una etapa de transición para la novela mexicana que venía de los hits de los años noventa y se acercaba a los últimos éxitos internacionales hasta la etapa de decadencia e indiferencia de la que no puede salir. Con menos competencia y actores con veinte años menos, Salvador Mejia saca adelante una novela que vendría a ser su lunar entre las usurpadoras, madrastras y todos sus fracasos posteriores hasta la fecha. No tan exitosa, pero se toma en serio.
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