[Crítica] Vencer la ausencia: la cuarta y ¿la última?

La saga Vencer estrenó, en México, una nueva entrega llamada Vencer la ausencia.

Lo que en un principio fue una idea original termina siendo un chicle que se estira y remastica. ¿Cuándo se le acaba el sabor?

Al igual que las anteriores, vemos una temática similar: un grupo de personajes, principalmente, femeninos, que se conocen y tocan temas sociales para dar un mensaje (al final del capítulo, lo vemos). Y también le gusta jugar al misterio. Aquí no es la excepción con el personaje adolescente que no sabe quién es su padre y su madre se lo oculta hasta cumplir los quince años.

Si algo le he criticado a todas las anteriores entregas es que son más inocentes de lo que deberían. Tanto que Para volver amar seria televisión por cable prémium en comparación.

En esta cuarta parte, el asunto no es diferente. Ya pasamos casos como el maltrato intrafamiliar (Vencer el miedo); crisis maritales (Vencer el desamor); y ciberbullying (Vencer el pasado). Ahora es el turno de la perdida de familiares. Lo más original e interesante del arranque fue el caso del padre anciano y con signos de enfermedad mental. Lo cliché, el sempiterno accidente de carretera y la, ¡oh coincidencia!, que uno de los personajes pase por el mismo lugar.

Finalmente, para quienes piden televisión blanca y con enseñanza, Vencer trata de darles gusto a su manera y con actores mexicanos que rotan.

Pero, si La rosa de Guadalupe es tonta (y da risa), Vencer es demasiado sana (y no da risa).

Ya tú sabrás con cuál te quedas.